Conocida originalmente como Santa Sofía de Constantinopla, en sus 1.500 años de existencia este símbolo de Estambul, en Turquía, ha sido lugar de culto tanto para cristianos ortodoxos y católicos como para musulmanes. Además, ha estado bajo dominio de diferentes imperios y sufrido distintas transformaciones. Ha sido basílica ortodoxa, luego mezquita, después un museo y ahora nuevamente mezquita. Construida durante el mandato de Justiniano entre los años 532 y 537, es una de las obras maestras del arte bizantino.
Esta imponente catedral, cuyos muros contienen siglos de arte, se ubica en la ribera occidental del estrecho de Bósforo, cuenta con una inmensa cúpula de más de 30 metros de alto y cuatro minaretes que dominan el panorama. Su actual estructura es la tercera Santa Sofía levantada en el sitio, ya que las dos anteriores fueron destruidas por incendios que las arrasaron en 404 y 532. Ese mismo año comenzó a ser reconstruida por orden del emperador Justiniano I. Al abrirse como museo en 1935, Santa Sofía se convirtió en una de las atracciones turísticas más visitadas del país.
Nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985, cuenta con una inmensa sala principal cuyas dimensiones son 70 por 74 metros. Sus obras de arte, la iluminación difusa y las columnas monolíticas reciben a miles de visitantes cada año. Sin embargo en 2020 fue declarada nuevamente mezquita, por lo que las imágenes cristianas están prohibidas en el templo durante las oraciones islámicas, así que se han colocado unas cortinas para cubrir los históricos mosaicos de la segunda planta, además de los enormes medallones que decoraban las instalaciones.