Cuando compramos una agenda para organizar nuestro tiempo, las buscamos con páginas repletas de líneas y números que indirectamente nos reafirman que podemos hacer más de lo que realmente podemos. Con mucha creatividad, las llenamos de compromisos, citas y obligaciones en cada una de sus páginas. Sin embargo, al final del día nos sentimos frustrados e insatisfechos por que no pudimos realizar todos los objetivos y es cuando sentimos que no nos alcanza el tiempo.
Estoy segura que si hacemos un concurso de las frases comunes que escuchamos a diario, la famosa “No tengo tiempo” ganaría el primer lugar con gran ventaja sobre cualquier otra. El caso es que desde la instalación del calendario, tal como lo conocemos hoy, los días constan de veinticuatro horas: tiempo que necesita nuestro planeta para dar una vuelta sobre su mismo eje veinticuatro horas y nada más.
Todos recibimos esas 24 horas como regalo todos los días, incluso las personas que han decidido dejar una huella en el mundo. Algunos ejemplos son Mozart, Eleanor Roosevelt, Socrates, Hellen Keller o la Madre Teresa. Un día de esos en los que me encontraba más ocupada que nunca, en el que planeaba hacer cantidad de cosas para cumplir con todos, me encontré en medio del tránsito inesperado. Por este motivo, me iba a ser imposible llegar a tiempo a la cita y por eso se me atrasaría el resto de las actividades que tenía pautadas para ese día. Me preocupé, traté de avisar por teléfono sobre mi retraso y me sentía mal conmigo misma por que no podía realizar todo lo que me había propuesto ese día y por qué no admitirlo, me estresé. Pero ese momento, en el cual ya no tenía el control y no dependía de mí llegar a la cita, me sirvió para entender que aún cuando yo había puesto todo mi empeño en llegar a tiempo, no estaba en mis manos. Esa experiencia me sirvió para darme cuenta que solo debía comprometerme con lo que humanamente pudiera cumplir, yo no soy la mujer maravilla. A partir de ese día comencé a cambiar, poco a poco, tratando de comprometerme en primer lugar conmigo. En mi agenda ahora solo había espacio para 2 cosas adicionales a mi familia, mi trabajo y yo. A partir de ahí, aprendí que los días son para vivirlos no para sobrevivirlos.
Cuando entendemos que no podemos hacerlo todo un mismo día y que también debemos apartar tiempo para nosotros, para un hobby, para la lectura, o algún otro interés, la frase “No tengo tiempo” comienzará a desaparecer de nuestro vocabulario. Los días se vuelven más agradables, nos alcanza tiempo para lo que nos proponemos, créanme! En mi caso particular, hacer menos cosas a la vez me permite poner más atención en lo que me ocupo y por supuesto que lo hago mejor. Hoy por hoy, estoy haciendo más cosas a largo plazo aún cuando haga menos cosas al día. Ahora me voy a la cama con una sensación extraña de haber logrado mucho y que los pendientes cada vez son menos. A partir de ese cambio, no solo mi salud mejoró notablemente, sino también la dinámica familiar. Te aconsejo que la próxima vez que te encuentres en medio de muchas tareas por hacer, hagás un alto y te comprometas con vos misma dejando un espacio diario en tu agenda para vivir. En la medida que nosotros respetemos nuestro tiempo, los demás también lo harán.
Erika Ruiz
Risoterapeuta