De repente te descubres entre chupones y pañales, como una bola (de gorda), llena de malestares, pronta a ser mamá, y la cabeza le pregunta a la razón; pero esto ¿qué es? si yo planeaba ser yo, solamente yo, y nadie más que yo.
Me proyecté ejerciendo la carrera de mis sueños, esa que me ha costado tanto terminar, percibiendo el salario que tanto anhelé y regalándome lo que nunca antes había podido.
Convertirse en mamá, es ciertamente el mejor regalo que Dios puede hacerle a una mujer, pero ¿quién dijo que debe suponer desde siempre felicidad? Es más, ¿quién dijo que era felicidad siempre?, cada segundo. Quién lo sostenga de esa manera, ¡simplemente miente!.
Con la maternidad, conoces los temores más grandes que jamás creíste que existían, el verdadero estrés, tiene su cita ese día que por más que quieras, la leche no baja, el bebé llora desconsoladamente y piensas; está muriendo de hambre por mi culpa.
Con la maternidad se materializa el miedo, la frustración, la desesperación, y hasta la tristeza (pasajera por supuesto, pero tristeza al fin) o es que van a decir que descubrirse un día con tiempo solo para dar teta y cambiar pañales; ver que son las 5pm y aún estas sin bañar, es felicidad ¡Mentira!
Ni la más masoquista, podría afirmar semejante cosa.
Además de sentirte cansada, de verte ojerosa, estresada y con mil preguntas al mismo tiempo, eres la más incomprendida del planeta, porque todo el mundo asume que; el simple hecho de tener un bebé ya supone felicidad extrema.
No podemos gritarle al mundo que, nos sentimos mal, que estamos tristes, que nos sentimos confundidas, desorientadas, cargadas, cansadas, que ese bebé hermoso que todos ven nos está volviendo locas. Ni pensar expresarlo porque de una, nos ganamos la etiqueta de “mala mamá” de “mala mujer” de “pésima persona”.
Son tantas las historias que escucho al respecto y tantas las mujeres que no se animan a expresar lo que sienten que hoy, les dedicamos este artículo.
¡Sí, se los dedicamos!
Está dedicado a todas esas mamás que por miedo a ser etiquetadas no expresan que:
• Ser mamá es el reto más grande que hasta entonces habíamos enfrentado.
• Sobre llevar tanto peso sobre nuestros cuerpos adoloridos después de un parto sin importar qué tipo fue, es muy difícil y no siempre supone felicidad.
• Esos seres hermosos que duermen y comen cada 3h nos estresan, nos cargan, nos reprimen, nos agotan.
• Tenemos un periodo de sobre carga emocional muy fuerte y que si no tenemos apoyo, ese periodo fácilmente nos consume.
• Esto es un grito por todas las que no se animan a decir, que estamos cansadas, agobiadas y por eso no queremos ver a nadie.
• Que la visita que más agradecemos recién paridas es la que no llega, la que no se da, la que respeta nuestro espacio.
• El mejor consejo es no escuchar que te digan que hacer y cómo hacerlo.
• El mejor apoyo es la compañía que guía sin imponer formas, esa que no te hace sentir inútil, inexperta.
Una mujer recién parida enfrenta un luto Si, un luto!
Nos hemos perdido a nosotras mismas en cuestión de segundos, esa mujer fuerte, organizada, planificada; murió mientras daba a luz a una mamá, ¡eso es un luto!.
No es fácil y tenemos derecho a vivirlo, a que se nos acompañe a superar ese proceso pero sobre todo, es urgente que nos ayuden a superarlo con respeto, sin etiquetas y sin presiones.
Una vez expuesto y aclarado lo anterior, es preciso decir que; ser mamá es lo más sublime que podemos experimentar, es tener una cita con el amor real, el incondicional, con la ternura personificada y con la realización personal en muchos aspectos.
Existe un antes y un después de ser mamá; ahora no puedes escuchar a un niño llorar, sin que tu corazón que haga un puño ¿cierto?.
No existe un segundo en el que dejes de pensar en esa personita y lograste conocer una fuerza interior que no sabías que tenias.
Vive tú luto, tienes derecho a hacerlo, ¡supéralo! porque para poder vivir la maternidad en todo su esplendor debes superarlo y recuerda; eso no te hace mala persona, solo te recuerda que eres humana, simplemente eso, humana.
