A lo largo de la vida conocemos a mucha gente, muchos de ellos sólo serán personas que pasan por la vida, pero otras muchas de una u otra manera, se quedarán en nuestra vida por un largo tiempo o por siempre. Personas en quienes aprendemos a confiar se convierten en parte de nosotros; sin embargo, muchas veces la vida nos juega malas pasadas y nos pone frente a frente a circunstancias dolorosas. Situaciones que muchas veces han sido provocadas por las personas a quienes amamos y en quienes hemos puesto nuestra confianza y respeto.
Estas personas nos juegan una mala acción, acciones que nos hacen perder toda la confianza en ellos, y que en nuestro interior despiertan resentimientos, rabia y pensamientos negativos en contra de la persona que nos hace daño.
¿PERDONAR, OLVIDAR, O VENGARSE?
Perdonar es el sentimiento más noble, pero el más difícil de alcanzar. El olvido no existe, si acaso, podemos trasladar las ofensas al rincón menos accesible de nuestro corazón; se piensa entonces en la venganza, en el placer de hacer “pagar” con la misma moneda o con una peor a quien nos hizo daño, ¿pero es la venganza una herramienta de la cual deberíamos hacer uso para sentir satisfacción?
¡La venganza siempre parece más atractiva! El deseo de venganza, nos roba la energía que deberíamos emplear en nosotras mismas para desintoxicar nuestro corazón. Aun así, la rabia, el dolor y el sufrimiento por el daño recibido no nos deja darnos cuenta de que por mucho que deseemos vengarnos, es algo que puede volverse en nuestra contra, porque las cosas no siempre salen como queremos y en el afán de vengarse del ofensor, podría de alguna manera provocar la ruina, ya sea económica o familiar, o una reputación destruida y en casos muy extremos, hasta se puede provocar la muerte del ofensor.
Busquemos más perdón y no hacer daño. Dios lo recompensará.