La piel es el órgano más grande del cuerpo. Cumple diversas funciones importantes, como proteger al cuerpo de infecciones, y regular la temperatura corporal y los líquidos.
La piel está compuesta principalmente por tres capas. La epidermis es la capa externa, que contiene células basales y escamosas. Los melanocitos también se encuentran en la epidermis. Éstas son células que contienen un pigmento que permite que la piel se broncee y además protege las capas más profundas de los efectos de la exposición a los rayos UV.
La dermis, que se encuentra debajo de la epidermis, contiene vasos sanguíneos, tejido conectivo, folículos pilosos y glándulas sudoríparas. La capa subcutánea, que es la más profunda, contiene células grasas y colágeno.
El cáncer de piel se origina cuando hay un crecimiento incontrolable de células anormales en alguna de las capas de la piel. Existen tres tipos comunes de cáncer de piel, que se distinguen por el tipo de células afectadas.
El carcinoma de células basales es el más común de los cánceres de piel. Este tipo de cáncer de piel generalmente no se propaga, pero requiere tratamiento. Por lo general, los carcinomas de células basales se desarrollan en las zonas de la piel con mayor exposición al sol. Los carcinomas de las células escamosas se desarrollan en la capa media de la epidermis. Este tipo de cáncer puede propagarse y ser mortal si no se trata adecuadamente.
El crecimiento anormal de melanocitos, denominado melanoma maligno, es el tipo de cáncer de piel más agresivo. El melanoma puede propagarse rápidamente a otras partes del cuerpo y a los órganos. Este tipo de cáncer de piel puede ser letal, si no se detecta y trata en su etapa inicial. Las personas de piel blanca están expuestas a un mayor riesgo de desarrollar este tipo de cáncer. La exposición prolongada al sol y los antecedentes de quemaduras solares aumentan el riesgo de desarrollar cáncer de piel.