A la hora de ponernos en forma, también hay varios hábitos a tener en cuenta. Para empezar, debemos tener mucho cuidado con el gimnasio que elegimos: si queda lejos de casa o el trabajo, hay que entender que nos costará mucho ir; lo más aconsejable es buscar uno cercano.
En el caso de la constancia, recordá que si vas despacio llegarás más lejos. Es más aconsejable poco y sistemático, que mucho y esporádico. Si te esforzás más de la cuenta, vas a terminar dolorida y sin ganas de volver. Podrías empezar con dos veces por semana e ir aumentando de a poco. A su vez, antes y luego de tu entrenamiento, lo lógico es que hagás unos cuantos ejercicios de elongación para preparar los músculos.
¿Qué pasa con el agua?
Mientras más ejercicios realicés, vas a necesitar hidratarte más. Nadar es un gran ejercicio, que pone en movimiento casi todos los músculos. Deberías aprovechar más la pile del gimnasio para algo más que refrescarte, pero no mantengas la cabeza hacia arriba para no tensar el cuello y evitar contracturas.
¿Cómo alimentarnos?
No creas que por dejar de comer vas a bajar más. Por el contrario, el metabolismo se acelera al máximo cuando consumís algo dentro de los 30 minutos posteriores al ejercicio. Optá por las proteínas, ensaladas, granos o frutas. De todos modos, perdonate si comes pasteles e intentá no hacerlo otra vez. Evitá las dietas rápidas y será más probable que desarrolles hábitos alimenticios sanos.
¿Qué pasa con el yoga?
Originario de la India y surgido como un modo de meditación y reflexión, se fue convirtiendo en una disciplina que va mucho más allá. El yoga tiene la capacidad de corregir posturas, ayudarnos a adelgazar, aumentar nuestra flexibilidad y un sinfín de beneficios más.
A nivel físico, ayuda a mejorar la estructura ósea, las articulaciones, la musculatura y los tejidos blandos, fortaleciendo y aliviando la tensión en la estructura del cuerpo. En cuanto a los beneficios para el organismo, esta disciplina también parece una milagrosa actividad. Hay posturas invertidas en las que tenemos la cabeza más baja que las piernas y son buenísimas para el sistema circulatorio, porque hacen que llegue mayor riego al cerebro, lo que es a su vez muy bueno para el sistema inmunológico y nervioso. Luego, hay otras posturas de torsión que hacen friccionar unos órganos con otros, lo que estimula el tejido de los órganos y tienen mucho beneficio para los sistemas corporales. A su vez, hay posturas que masajean los intestinos y ayudan a solucionar problemas digestivos y de estreñimiento.
En cuanto al tercer beneficio, el mental, parece mucho más evidente por el tema de la relajación, meditación y sus variantes alcanzan mayor protagonismo. Esto hace que conectes contigo mismo, con tu interior, con tu cuerpo. El beneficio principal es que lleva la calma a la mente y te permite concentrarte en algo, dejando espacio a la cabeza para que se relaje un rato, mejore la concentración y para ayudarnos a tomarnos la vida de forma positiva.
Si bien cada postura tiene sus beneficios, lo bueno es la combinación de todas ellas, que es cuando se trabajan los tres grupos.